martes, 14 de enero de 2014

'El reinado de los huérfanos', una novela de Xavier Cristóbal - Capítulo 2

'El reinado de los huérfanos', una novela de Xavier Cristóbal - Capítulo 2

NOCHE DE PELEAS









En algún lugar de Siberia (Rusia), 23 de junio de 1908.

            Era una noche clara y fría. Todavía faltaban tres horas escasas para el amanecer. El cielo estaba lleno de estrellas y de entre todas ellas una destacaba especialmente por su fulgurante brillo. En un claro del  bosque había ciento once tiendas y ciento once hogueras encendidas. Alrededor de las hogueras había seis cientos sesenta y seis adolescentes de dieciséis años de edad, mitad chicas y mitad chicos. Había de todas las razas y venían de todos los rincones del mundo. Todos ellos estaban repartidos por las diferentes tiendas y la mayoría se acurrucaban alrededor de las hogueras. Algunos se frotaban las manos y otros se abrazaban fuertemente a sí mismos. Nadie hablaba y sólo se oía el viento y, ocasionalmente, algún pájaro cantar. Todos miraban en una misma dirección. Hacia el interior del bosque. Por un allí se había adentrado, una hora antes, el misterioso hombre del maletín. Todos tenían una mirada perdida, casi vacía. De repente, oyeron unas pisadas que se acercaban al campamento. Las pupilas de todos los adolescentes se dilataron para ver mejor en la oscuridad. De entre las sombras surgió el hombre del maletín y se dirigió al centro del campamento. Simon fue el primero que lo vio. El hombre del maletín se detuvo y esperó a que todos los adolescentes vinieran hacia él. Poco a poco se levantaron y comenzaran a caminar hacia el centro del campamento. Su mirada seguía perdida, como si fueran auténticas almas en pena. A medida que iban llegando al centro del campamento comenzaron a formar un círculo alrededor del hombre del maletín. Cuando llegaron los últimos, el hombre del maletín sonrió y comenzó a hablar.
            -Las estrellas me han vuelto a hablar esta noche. Ya estamos todos y dentro de una semana alcanzaremos nuestro destino… -hizo una pausa-… pero antes tenéis que hacer algo. Os agruparéis según vuestros países de procedencia y pelearéis entre vosotros. Los ganadores de cada grupo serán vuestros líderes y les juraréis obediencia. Los ganadores se convertirán en reyes y los perdedores en príncipes. Finalmente, los reyes pelearán entre ellos y los perdedores jurarán obediencia a los ganadores… -volvió a hacer una pausa, que aprovechó para mirar a todos los jóvenes que le miraban con ojos inexpresivos-...¡Que comience el juego! –gritó el hombre del maletín.

            En ese extraño instante, las miradas vacías de los jóvenes se convirtieron en miradas llenas de furia. Los seis cientos sesenta y seis adolescentes se agruparon, instintivamente, según su país de nacimiento tal y como les indicó el hombre del maletín. Todos ellos esperaron a que los diferentes grupos estuvieran formados. Los grupos más numerosos estaban formados por jóvenes pertenecientes a países como China, Rusia, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Prusia, Arabia, Persia, Indostán, Japón, Corea, Patagonia o Brasil. Entre los grupos menos numerosos había adolescentes de países como Belutschistán, Turquestán, Nubia, Abisinia, Guinea española, Filipinas, Nueva Granada, Suiza, Bosnia-Herzegovina, Turquía europea, Trípoli, Guayanas o Antillas.  Todos los adolescentes miraron al unísono al hombre del maletín. Inmediatamente después comenzaron a pelear salvajemente entre ellos. Chicos contra chicos y chicas contra chicas. Chicos contra chicas y chicas contra chicos. Se lanzaban  patadas, bofetadas y puñetazos. Se mordían y se estiraban de los cabellos. Nadie hablaba. Sólo se oían gritos y quejidos. Todo este dantesco espectáculo se prolongó hasta el amanecer.

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