NOCHE DE
PELEAS
En algún lugar
de Siberia (Rusia), 23 de junio de 1908.
Era una noche clara y fría. Todavía
faltaban tres horas escasas para el amanecer. El cielo estaba lleno de
estrellas y de entre todas ellas una destacaba especialmente por su fulgurante
brillo. En un claro del bosque había
ciento once tiendas y ciento once hogueras encendidas. Alrededor de las
hogueras había seis cientos sesenta y seis adolescentes de dieciséis años de
edad, mitad chicas y mitad chicos. Había de todas las razas y venían de todos
los rincones del mundo. Todos ellos estaban repartidos por las diferentes
tiendas y la mayoría se acurrucaban alrededor de las hogueras. Algunos se
frotaban las manos y otros se abrazaban fuertemente a sí mismos. Nadie hablaba
y sólo se oía el viento y, ocasionalmente, algún pájaro cantar. Todos miraban
en una misma dirección. Hacia el interior del bosque. Por un allí se había
adentrado, una hora antes, el misterioso hombre del maletín. Todos tenían una
mirada perdida, casi vacía. De repente, oyeron unas pisadas que se acercaban al
campamento. Las pupilas de todos los adolescentes se dilataron para ver mejor
en la oscuridad. De entre las sombras surgió el hombre del maletín y se dirigió
al centro del campamento. Simon fue el primero que lo vio. El hombre del
maletín se detuvo y esperó a que todos los adolescentes vinieran hacia él. Poco
a poco se levantaron y comenzaran a caminar hacia el centro del campamento. Su
mirada seguía perdida, como si fueran auténticas almas en pena. A medida que
iban llegando al centro del campamento comenzaron a formar un círculo alrededor
del hombre del maletín. Cuando llegaron los últimos, el hombre del maletín
sonrió y comenzó a hablar.
-Las estrellas me han vuelto a
hablar esta noche. Ya estamos todos y dentro de una semana alcanzaremos nuestro
destino… -hizo una pausa-… pero antes tenéis que hacer algo. Os agruparéis
según vuestros países de procedencia y pelearéis entre vosotros. Los ganadores
de cada grupo serán vuestros líderes y les juraréis obediencia. Los ganadores
se convertirán en reyes y los perdedores en príncipes. Finalmente, los reyes
pelearán entre ellos y los perdedores jurarán obediencia a los ganadores…
-volvió a hacer una pausa, que aprovechó para mirar a todos los jóvenes que le
miraban con ojos inexpresivos-...¡Que comience el juego! –gritó el hombre del
maletín.
En ese extraño instante, las miradas
vacías de los jóvenes se convirtieron en miradas llenas de furia. Los seis
cientos sesenta y seis adolescentes se agruparon, instintivamente, según su
país de nacimiento tal y como les indicó el hombre del maletín. Todos ellos
esperaron a que los diferentes grupos estuvieran formados. Los grupos más
numerosos estaban formados por jóvenes pertenecientes a países como China,
Rusia, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Prusia, Arabia, Persia, Indostán,
Japón, Corea, Patagonia o Brasil. Entre los grupos menos numerosos había
adolescentes de países como Belutschistán, Turquestán, Nubia, Abisinia, Guinea
española, Filipinas, Nueva Granada, Suiza, Bosnia-Herzegovina, Turquía europea,
Trípoli, Guayanas o Antillas. Todos los
adolescentes miraron al unísono al hombre del maletín. Inmediatamente después
comenzaron a pelear salvajemente entre ellos. Chicos contra chicos y chicas
contra chicas. Chicos contra chicas y chicas contra chicos. Se lanzaban patadas, bofetadas y puñetazos. Se mordían y
se estiraban de los cabellos. Nadie hablaba. Sólo se oían gritos y quejidos.
Todo este dantesco espectáculo se prolongó hasta el amanecer.
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